19 junio 2010

Constructores de ilusiones


El próximo jueves 8 de julio se presentará en la sede de la Filmoteca Valenciana en la Plaza del Ayuntamiento el libro Constructores de ilusiones, la dirección artística cinematográfica en España, que coordinamos John D. Sanderson y yo. Este volumen se publica a raíz de los cursos que también coordinamos en la Ciudad de la Luz los años 2008 y 2009, de los que ya se ha escrito en este blog y recoge textos sobre su trabajo de grandes profesionales de nuestro cine, Félix Murcia, Pilar Revuelta, Josep Rosell, Montse Sanz, Gumersindo Andrés, Reyes Abades y Colin Arthur; también hay artículos de Jesús García de Dueñas sobre los directores artísticos que trabajaron para Samuel Bronston, de Ignacio Fernández Mañas sobre los rodajes en Almería, de Asier Mensuro sobre el trabajo de Emilio Ruiz del Río, de John D. Sanderson comparando la escenografía en las películas de Douglas Sirk y Pedro Almodóvar, y por fin un artículo mío titulado "Apuntes para una crítica del espacio cinematográfico", en el que intento establecer unas bases para saber cómo se podría enjuiciar la escenografía de una película y saber cuando el trabajo de un director artístico es correcto o incorrecto en una producción.
Tras el libro que escribió Félix Murcia, La escenografíia en el cine, el arte de la apariencia, es la primera vez que se publica en España un libro en el que son los propios profesionales los que hablan de su trabajo, de una forma clara y además acompañados de un repertorio de imágenes que en su mayoría son inéditas y hay que reconocerle el mérito a John D. Sanderson por haber, primero organizado los cursos y después, haber peleado para que estos textos llegaran a los interesados.
A continuación reproduzco parte de la Introducción y, ya saben, como siempre, si quieren leerlo tendrán que ir a una librería, como por ejemplo la madrileña y estupenda 8 1/2.
Los días 13 y 14 de mayo del 2008 se produjo en el Centro de Estudios Ciudad de la Luz de Alicante un acontecimiento considerado histórico dentro de la especialidad de la dirección artística cinematográfica española: jamás habían tenido ocasión de reunirse tal número de directores artísticos y especialistas en escenografía cinematográfica para dictar conferencias sobre esta materia, tal y como sucedió en el marco de las I Jornadas profesionales del audiovisual español dedicadas a la dirección artística. Y cuando, durante la segunda edición celebrada en el 2009, se propuso la idea de publicar un volumen que recogiera artículos redactados por los participantes para que no quedara todo el conocimiento y la experiencia vividos en estas jornadas exclusivamente en los confines del Centro de Estudios, la recepción fue tan entusiasta que incluso algunos de los que habían intervenido el año anterior quisieron participar también. El resultado es esta recopilación de textos que combina la experiencia profesional de directores artísticos (con un apartado importante dedicado a su confluencia con la dirección de efectos especiales) y un estudio sobre la evolución histórica de la especialidad, tanto en el proceso de creación como en la trayectoria profesional de algunas de sus figuras más representativas, junto a un análisis académico sobre su repercusión en películas fundamentales de la Historia del cine español e internacional.
Es este, por tanto, un volumen dedicado a los directores artísticos, los constructores de un espacio cinematográfico creado a partir de unos elementos determinados, que es esencial para la experiencia del visionado audiovisual. Se les puede considerar los inventores de un espacio nuevo, incluso cuando se recrea uno ya existente, puesto que se deberá estar pendiente de adaptar sus dimensiones para hacerlo más práctico al ojo de la cámara y, siempre hay que tenerlo presente, al bolsillo del productor. Su labor resulta también fundamental a la hora de aportar temas visuales que contribuyan a desarrollar conceptualmente la historia que se cuenta. Ya en el inicio del proceso, el director artístico realiza una composición gráfica que aporta matices enriquecedores tras la lectura del guión escrito que no necesariamente se encuentran en el mismo. Deberá crear, en suma, los espacios donde sucede la acción, y una vez contrastadas sus propuestas con el director, se ocupará de la selección de todos los elementos que aparecen en el plano, desde la textura del muro más grande hasta la apariencia del objeto más pequeño que un figurante pueda tener en la mano. Y hoy en día, con la incorporación de las nuevas tecnologías, se puede entrar a conocer los diversos espacios propuestos incluso antes de que se construyan, viéndolos los demás miembros decisorios de la cadena de producción cinematográfica de la misma manera en que lo haría el propio objetivo de la cámara.
La especialidad, en España, siempre ha contado con grandes profesionales, y nunca se ha recalcado lo suficiente que, ya en el primer gran desembarco de producciones extranjeras a finales de los cincuenta y con motivo de su establecimiento posterior, a los ya tópicos, pero no por ello menos ciertos, alicientes del buen clima y mejor luz junto a unos costes laborales reducidos en comparación con sus lugares de origen, había que añadir la realidad de poder contar con excelentes técnicos españoles en el área de la dirección artística que eran capaces de solventar los diversos problemas que fueran surgiendo a lo largo de los rodajes y aportar novedosas propuestas a los sorprendidos directores y productores foráneos.
Siempre ha sido una profesión basada principalmente en el meritoriaje dentro de la producción española. Ya en los años 40, los llamados entonces decoradores necesitaban haber trabajado en un número suficiente de películas hasta llegar a alcanzar la categoría de decorador jefe. En los años 50, una vez fundado el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, que se podría considerar la primera escuela de cine y que después derivó en la Escuela Oficial de Cinematografía, los allí titulados podían acceder más directamente a la profesión. Sería en la siguiente década cuando un acuerdo entre la mayoría de los especialistas del sector en España condujo a que se sustituyera el término “decorador” por el de “director artístico” o “director de arte”, a imagen y semejanza de sus coetáneos norteamericanos. Quizás fuera coincidencia, pero la experiencia de trabajar en las producciones de los Estudios Bronston tendría bastante que ver en este mimetismo léxico ya que, pese a que se trajeron especialistas foráneos de primera línea como Georges Wakhévitch, John De Cuir, Veniero Colasanti o John Moore para el rodaje de las grandes superproducciones de la época, también se contrataron especialistas españoles con gran bagaje profesional (las películas de productoras como CIFESA fueron todo un banco de pruebas en ese sentido) que, posteriormente, tendrían bastante que decir en la reorientación de la profesión en nuestro país. Incluso para algunos de ellos esta experiencia supuso un trampolín internacional para su carrera, y al frente estaría Gil Parrondo, ganador de dos Oscar en los años 1971 y 1972 por, respectivamente, Patton y Nicolás y Alejandra (Nicholas and Alexandra), ambas dirigidas por Franklin J. Schaffner.
En la actualidad, una combinación adecuada de enseñanza y experiencia es el ideal de cualquier especialidad cinematográfica, y la dirección de arte no iba a ser menos en este sentido. Existen distintas escuelas y facultades donde se encuentra docencia a nivel de grado y postgrado vinculada a esta disciplina; la aportación más reciente se produce precisamente en este año 2010, cuando el Centro de Estudios Ciudad de la Luz pone en marcha su titulación de “Dirección Artística”, que estará coordinada por dos figuras reconocidas del sector, Félix Murcia y Jonathan McKinstry.
Precisamente Félix Murcia, quien ostenta el mayor número de premios Goya a la especialidad, cinco [por Dragon Rapide (Jaime Camino, 1986), El rey pasmado (Imanol Uribe, 1991), Tirano Banderas (José Luis García Sánchez, 1993), El perro del hortelano (Pilar Miró, 1996) y Secretos del corazón (Montxo Armendáriz, 1997)], es el autor del artículo que abre este volumen, donde trata la confluencia de cometidos profesionales, muchas veces no claramente diferenciados, entre la dirección de arte y el diseño de producción. Un recorrido histórico consecutivo por ambas especialidades desemboca en una enumeración y un análisis de las distintas disciplinas que confluyen en las respectivas especializaciones.
A continuación Josep Rosell, ganador del Goya 2008 a la especialidad por El orfanato (Juan Antonio Bayona), presenta su reflexión sobre cómo la dirección de arte contribuye a la creación del personaje mediante la aportación de toda una serie de elementos en el plano que sugieren, mediante distintos matices, aspectos complementarios a la interpretación del actor. Reflexiona sobre la unidad de estilo que puede caracterizar a un director artístico (en su caso ironiza sobre el hecho de que sus decorados puedan ser “muy grandes”), para concluir apelando a una cierta dosis de humildad por parte de los arquitectos contemporáneos.
Seguidamente tenemos una representante de la última hornada de la profesión, Montse Sanz, quien, tras plantear unas coordenadas históricas y un desarrollo conceptual sobre la dirección de arte, plasma por escrito su experiencia propia en dos películas, Lucía y el sexo (2001) y Caótica Ana (2007), ambas dirigidas por Julio Medem. La primera de ellas constituye un hito en la cinematografía española al tratarse del primer largometraje rodado en vídeo de alta definición; la segunda, su estreno más reciente a la hora de escribir este texto, revela los múltiples problemas surgidos en una producción con distintas localizaciones y la manera en que se pueden crear los espacios interiores adecuados para la identificación de cada ciudad y país.
Retrocedemos más de tres décadas en el artículo de Gumersindo Andrés, no porque para localizar su trayectoria profesional haya que remontarse hasta entonces (mucho más próxima está su nominación al premio Goya 2002 al mejor vestuario por Historia de un beso, dirigida por José Luis Garci), sino porque nos relata un episodio concreto en aquel tiempo que ilustra la desbordante imaginación requerida para el ejercicio de esta profesión. En el rodaje en Almería del célebre plano-secuencia de la penúltima escena de El reportero (Professione: reporter, Michelangelo Antonioni, 1975) surgieron un cúmulo de dificultades que el equipo español del que formaba parte Gumersindo Andrés se encargó de solventar.
Pilar Revuelta ostenta uno de los máximos galardones en la dirección de arte contemporánea española: el Oscar 2007 a la mejor dirección artística por El laberinto del fauno (Guillermo del Toro), junto con Eugenio Caballero. Resultaba imprescindible que, en un volumen de estas características, relatara su experiencia con dicha película en un artículo donde llama la atención su especial interacción con el director de la misma. Destaca la intertextualidad establecida con otras películas, pero también con otros medios como la pintura y las ilustraciones de libros, para concluir resaltando la importancia del trabajo conjunto con el equipo de efectos especiales.

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