04 abril 2012

Peter Greenaway. Arquitectos y Cineastas.

Peter Greenaway
En la serie de textos que he denominado Arquitectos y Cineastas y que relacionan la realización de una película con la construcción de un edificio, he ido publicando algunos de directores, como Ingmar Bergman, Walerian Borowcyk, René Clair, John Ford, Amos Gitai y Dziga Vertov;  de una actriz, Viola Dana y de un investigador, Sigfried Giedion.
Hace poco reencontré un texto de Peter Greenaway, un artista que nunca ha podido considerarse sólo un cineasta y que me interesa mucho desde que vi en una sesión nocturna de los Alphaville El contrato del dibujante, después, a finales de los años ochenta,  estuve un año de mi vida profundizando en su obra -el fruto de esa investigación fue un libro publicado por Editorial Cátedra- a partir de entonces no he podido dejar de interesarme por las muchas y diversas actividades que ha desarrollado y, de hecho, he escrito algunos artículos sobre sus últimas obras y he dado alguna conferencia -es muy posible que en octubre de este año imparta otra- sobre su compleja trayectoria, que va desde su época juvenil como montador cinematográfico a la actual en que da conciertos multitudinarios como video-jockey.
El texto de Greenaway pertenece a una entrevista realizada cuando estrenó El vientre de un arquitecto -por cierto, aquí hay un artículo mío muy antiguo sobre esta película- y es el siguiente:

Me parece también que hay una clara analogía entre el proceso de fabricación de una película y el de un edificio... como los reali­zadores los arquitectos conciben grandes proyectos que ponen en juego importantes presupuestos y que acaban por no realizarse nunca. Además en torno a las dos profesiones se encuentra la misma muestra heterogénea de personajes: productores, financie­ros, organizadores, críticos, público, etc. Después de haber empleado tiempo, dinero, e imaginación, tanto el arquitecto como el realizador, pueden, a fin de cuentas, ver como se echa a perder su proyecto.

Es cierto que, como decía Greenaway, los personajes, a veces maquiavélicos, que rodean tanto a los cineastas como a los arquitectos, pueden frustrar sus intenciones, pero también es cierto que a menudo esas intenciones son nefastas y es más beneficioso para la sociedad -pienso, sobre todo, en los arquitectos- que no se finalicen.

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